Sin el uso de nombres únicos, todas las observaciones, tanto antiguas como modernas, no serían útiles para nadie, y los libros que describen estos objetos nos parecerían más enigmas que descripciones y explicaciones.
Debo confesar que últimamente me he implicado en una ardua tarea, nunca emprendida hasta el momento, que consiste en adjudicar ciertos nombres a partes de un remoto cuerpo celeste, algo que no ha sido realizado por nadie hasta hoy, por lo que yo conozco, un trabajo provisional y felizmente no definitivo.
Encontré, con gran alegría, que una parte del globo terrestre y los lugares encontrados allí son muy parecidos a los que encontramos en la cara visible de la luna y sus regiones, por lo que esos nombres podrían ser transferidos de aquí hasta allí sin problema y muy convenientemente.
Johannes Hevelius
Hevelius utilizó los antiguos nombres geográficos de la tierra que van desde el décimo hasta el decimonoveno grado de longitud y desde el vigésimo quinto hasta el sexagésimo grado de latitud.
La célebre carrera por la conquista de la Luna tiene antecedentes ya en el siglo XVII. El astrónomo polaco Johannes Hevelius protagonizó junto a Van Langren la primera competición por el conocimiento de la Luna. Este último temía por la posibilidad de que al publicar sus trabajos en el extranjero alguien se apropiase de sus conocimientos y los hiciese pasar como propios. A esta carrera competitiva se unió otro cartógrafo, Fontana, con sus Novae Coelestium Terrestriumque Rerum Observationes.

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La obra reproducida pertenece a los fondos del Real Instituto y Observatorio de la Armada. © Real Instituto y Observatorio de la Armada.