Que un marino del siglo XVIII hiciera un mapa de la luna no es tan extraño si recordamos que la mirada hacia el cielo y su observación detenida deben mucho a la navegación. Son los hombres de la mar que realizan largas travesías quienes tienen necesidad de encontrar puntos de referencia que les sirvan para orientarse en la superficie siempre cambiante de las aguas. Se empieza a mirar a lo alto para no perderse y termina uno sintiendo tal fascinación por los objetos celestes que experimenta la necesidad de estudiarlos y representarlos con detalle, de hundir la mirada en el infinito. Al fin y al cabo la luna es la antesala de la inmensidad.