En 1959 la Unión Soviética lanzó su tercer cohete al espacio: Luna 3. Los soviéticos consiguieron colocar una estación interplanetaria en órbita alrededor de la luna con un equipo fotográfico automatizado. Era la primera vez que un ser humano veía imágenes de la cara oculta. En aquella expedición se identificaron cuatrocientas nuevas formaciones. Pronto empezaron a nombrar los accidentes: el cráter Tsiolkovskiy, la bahía del astronauta (Zaliv Astronavtov), dentro del Mare Moscoviense, los Montes Sovieticii, el Mare Mechty (Mar de los Sueños), el cráter Obruchev, el Mare Ingenii. El «far side» fue nominal y científicamente colonizado por la potencia espacial rusa.
De ese modo entró en nuestra historia la cara oculta de la Luna. El primer atlas de la «far side» apareció con el título Atlas Obratnoi Storony Luny (Atlas de la cara oculta de la Luna). Asistiremos a partir de ese momento a los efectos de la carrera espacial en la disputa por elegir nombres de astrónomos y astronautas rusos y norteamericanos para designar el relieve lunar. El acuerdo se produjo solamente cuando se asignaron cuotas equivalentes de patronímicos de cada uno de los países para introducir en la toponimia lunar. Una vez más, el conciliador sistema de Riccioli, que incluía en su esquema los contrastes y dividía el espacio adjudicando nombres de una procedencia determinada a una de las partes de la luna, apaciguó las tensiones generadas por el deseo de dar nombres de uno y otro lado del Telón de Acero.
Cortesía del Instituto Astronómico Estatal Shtérnberg