La buena sombra

Selección de poemas del libro La buena sombra

  • Revista: Ágora papeles de arte gramático.
  • Nº 8, vol. 2, primavera-verano 2020, pp. 191-198
  • Selección de poemas del libro La buena sombra
  • Edita: Taller de Arte Gramático
  • Depósito Legal: MU-0191-998
  • ISSN:1575-3239
  • Blog de la revista AGORA DIGITAL

Allí, en el doble sentido de los sueños,
crecen árboles bajo sol lluvioso.
Verdad y mentira trenzan sus manos,
amantes por alamedas de luz y sombra.
Un perro faldero mordisquea sus pies,
cada vez más unidos al camino.
Sus pasos siguen el neuma leído
a primera vista en las nervaduras.
Se estiran las hojas para coger la luz
y clavarla profundamente en la tierra.
Atraviesan la maraña de ladridos
con el oscuro afán de las raíces,
con la clara alegría de las ramas.

El sol de junio
llega sediento y lame
una a una las hojas
llenas de relente.
La leche de las brevas
vuela por los pasillos
invisibles del aire.
Nube a nube se forma
la tormenta.
Las aguas comienzan
a resbalar por la espalda
del viento.
                              Descargan
con violencia en el polvo
triste de los siglos.
El baile de las gotas llama
con sus dedos de aurora
a las puertas de la tierra.
Oigo a las ranas croar
su parecido con Apolo.

La bahía es perfecta, luz deliciosa,
montañas del color que soñamos.
Una pareja de islas afortunadas
tarda mil vidas en varar su forma.
La piedra está rizada por la locura
de un viento que no encuentra su lugar.
Dos senos alzados sobre la tierra
son dos montes que juran semejanza
con tu cuerpo envuelto por otro cielo.
Enloquece el perfil del horizonte.
El sol enseña a desaparecer.
Un destino común nos mira atento
con el único ojo de la luna.
Reflejos grises devuelven a las nubes
el orgullo de ser ciegas.

La encina severa
da su brazo a torcer.
Ramillos verde claro
aprenden a volar.
Mira los pliegues:
las rocas dejan
de hacerse las duras,
tiemblan en el agua
los reflejos.
Bajo las volteretas
del escarabajo
el suelo baila.
Los charcos
se llenan de renacuajos.
Su cola anuncia tus piernas.
El mirlo cuchichea
los secretos matinales
de tu pecho.
La suerte sueña
serena.

Pienso en los árboles que planté,
amigos abandonados
a los que nunca voy a ver.
Pasan largas horas dándose
la razón como locos,
a cabezadas en la tarde
soñolienta donde no estoy.
No me acompañan
sus largas conversaciones
de sombra y hojas,
solo mi deseo
de compartir su viento.

Todas las luces juntas
cruzan la oscuridad.
Son quizás miedosas
o inseguras. Necesitan
sentirse acompañadas
para no caer en la tentación
de las tinieblas, para
no creerse sombras fugaces
de cuerpos apagados.
Todas las luces juntas
se dan la mano negra
de los pozos y las cuevas,
la mano negra de la mirada
que los ciegos cruzan
con el cielo. Todas las
luces juntas tararean
en invierno las nanas
del frío a las ramas dormidas.
Todas las luces juntas
en el balcón de la noche
te regalan su buena sombra.

La luz de los últimos días
cae sobre las últimas plantas
poco antes de meterse para siempre
detrás de la última montaña.
Las últimas gaviotas flotan
sobre la espuma desvanecida.
Las abejas beben por última vez
el aroma irrepetible del incienso.
Por el filo de la tarde, mis pasos
y tus pasos, hacia la primera estrella.


La hierba tiene la belleza fugitiva de las fuentes.
Se entreabren las puertas invisibles de la luz.
Hoy los pájaros enloquecen sus sombras.
El cielo cumple a esta hora la tierra que pisas.