Sinopsis
Este guion, para cuya elaboración recibí de la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid una «ayuda a la personas físicas para la creación y desarrollo de las artes escénicas, plásticas y cinematográficas», trata de dramatizar la vocación marítima que ha tenido Madrid a lo largo de toda su historia. El deseo de estar comunicados con el mar permanece siglo tras siglo en proyectos de hacer navegable el Manzanares y comunicarlo con el Cantábrico o con el Atlántico. Existen muchos planes, desde el reinado de Felipe II, momento en que Madrid se convierte en la capital de España, de convertir Madrid en “puerto de mar”, como se decía en la época. En el XVI se inicia el proyecto del ingeniero italiano Antonelli de hacer navegable el Tajo hasta Lisboa. Cuando se pierde Portugal, en el reinado de Felipe IV se abandona el empeño. En el XVIII hay dos grandes “sueños” en los que estuvo implicado un ingeniero francés, Carlos Lemaur, el del canal de Castilla, con salida por Cantabria, y el del Guadarrama, que desembocaría en Sanlúcar de Barrameda. Estos tres serían los más destacables, los más ambiciosos.
El autor ha realizado una previa labor de investigación, por archivos, bibliotecas y lugares donde quedan testimonios visibles de dichos proyectos, hasta conseguir materiales suficientes para hacer una película. Luego ha dramatizado lo que sería más bien objeto de un documental, con el fin de resaltar el carácter “novelesco” del tema. En el guión se lleva a cabo un recorrido por toda la historia de la ciudad, remontándose al momento de su historia geológica en que realmente el lugar que hoy ocupa la ciudad sí se encontraba al borde del mar, siguiendo por la Prehistoria, momento en que aquello era una zona lacustre, hasta llegar a nuestros días, cuando todavía podemos encontrar continuas referencias al mar y a la navegación utópica de la ciudad (recientemente se clausuró en el Colegio Oficial de Arquitectos la obra de un pintor que representaba lugares conocidos de Madrid, como la Puerta del Sol o la plaza Mayor, anegados de agua, con canales y estanques surcados por embarcaciones, como si de una nueva Venecia se tratara).
A los antiguos proyectos de carácter científico hay que añadir los estudios de arqueología que demuestran la navegabilidad de algunos arroyos del Madrid prehistórico, el capricho de situar en pleno centro de Madrid el Centro de Estudios de Puertos y Costas del Ministerio de Obras Públicas, con su simulador de pruebas, sus barcos, puertos y playas en miniatura, el canal de simulaciones náuticas que existe en El Pardo desde la época de Alfonso XIII, la “Batalla Naval” de Vallecas, celebrada todos los veranos el día de la Virgen del Carmen, patrona de los marineros, el Puerto Seco, nombre con que se ha bautizado a la terminal ferroviaria de mercancías procedentes de los principales puertos españoles…
Con este guión se pretende dar una visión desenfadada y conseguir una obra divertida en la que el relato de unos hechos verídicos provoque una reacción en el espectador similar a la derivada de un relato fantástico. Para ello se acude a recursos dramáticos resultantes de la teatralidad del tratamiento y a la contraposición de las posturas enfrentadas de dos personajes, cuyas opiniones ante un mismo hecho siempre serán contrarias. En realidad no se pretende tanto ser fiel a unos hechos como hacerlos significativos. Dentro de ese propósito no es raro que pretendamos seguir las novedades traídas al género por el cineasta alemán Werner Herzog. Nuestro propósito es que la realidad se parezca todo lo posible a la ficción sin dejar de pasar en ningún momento por la realidad. Un proceso que quizás sea inverso al seguido en nuestro país por las sorprendentes películas de ficción realizadas por el cineasta Basilio Martín Patino, que hasta el último momento nos hacen pensar que estamos ante un documental.
Los protagonistas son dos hermanos con puntos de vista divergentes. Juntos harán un recorrido por los sitios en los que han tenido lugar los hechos o en los que se exponen los restos que demuestran la navegabilidad de la ciudad. Ambos son expertos apasionados en la materia de su conocimiento. En un primer momento se presentarán como arqueólogos y hablarán sobre los tiempos remotos de la ciudad. Luego aparecerán relatando los sucesos relativos a otras épocas y, a veces, participando en algunos de los ambiciosos proyectos de hacer navegable Madrid: personajes del siglo XVI, con Antonelli, ilustrados del XVIII, con Lemaur…
En todas las escenas no se respetará a rajatabla el ambiente de época. Aunque los protagonistas vayan disfrazados pueden pasear por calles que se note que están filmadas en la actualidad sin tener rigurosos propósitos de ambientación. En ningún momento debemos olvidar que se trata de un documental de carácter teatral, y por tanto dramático, en el que se trata de crear una dialéctica interna a la hora de contar los hechos, una dialéctica entre nuestra época y el pasado y entre las diferentes maneras de interpretar la realidad. A lo largo de la película las posturas de los dos protagonistas-narradores irán reconciliándose progresivamente, un poco al estilo Sancho – Quijote. Finalmente, como prueba de esa reconciliación, terminan viendo juntos, en silencio, una escena que pretende ser simbólica de esa vocación marinera que se identificaría con la necesidad de estar en movimiento, de avanzar hacia algún lugar.




